Magdalenas blanco y negro

 


Como ocurre en otros aspectos de la vida, en repostería la clave del éxito está en no rendirse nunca. A veces las cosas no nos salen bien a la primera, pero eso no significa que seamos unos negados para ello. Que me lo digan a mí, la multitud de recetas de roscón de reyes que probé hasta obtener el éxito. Varios años intentándolo sin rendirme. Las rosquillas fritas fue otra de las recetas que repetí infinitas veces, probando toda aquella receta que me encontraba, que pedía o leía por ahí. Pero llegó un momento en el que la insistencia me condujo a un resultado óptimo. La experiencia hace que vayas puliendo detalles y encontrando las estrategias para mejorarla. La receta que os voy a compartir, ni mucho menos ha tenido que sufrir tal periplo. Simplemente la he practicado con tres variaciones hasta obtener el punto deseable, a mi juicio. En otras palabras, estoy encantada con el resultado, porque las modificaciones en repostería son un riesgo que no siempre sale bien. Debo decir que, últimamente, será por la experiencia, cuando hago una variación suele ser exitosa. De hecho, más que variar algún ingrediente, he fusionado algunas recetas que me tienen fascinada. Ya las iré compartiendo. Me encanta cuando mi cocina se pone en plan laboratorio de experimentación. Y me gusta más aún porque, hasta el momento, no ha tenido lugar ninguna reacción explosiva. Bromas a un lado, espero que os animéis a hacer estas magdalenas tan visualmente atractivas y tan exquisitas al paladar. Yo he utilizado estos moldes porque me parecen súper bonitos; me gusta cuidar los detalles, pero es evidente que podéis utilizar el molde convencional de magdalenas. Si utilizáis un tamaño estándar, con las cantidades de esta receta obtendréis 14/15 unidades. Recordad que no debéis llenar el total de la capacidad de las mismas; debe quedar un espacio para que crezca en el horno, de lo contrario se os desbordarán y ocurrirá una catástrofe dentro de vuestro horno. Y como ya dije en la anterior receta de magdalenas, es importante tener bandeja para colocar las cápsulas o, en su defecto, emplear flaneras metálicas, u otra estrategia, para evitar que las cápsulas cedan por el peso de la masa y se os desparramen  por el horno, arruinando todo el trabajo. Ánimo, seguro que os quedan geniales. Podéis contármelo si os apetece. 


Ingredientes:

100 gr. de chocolate negro para fundir

100gr. de chocolate blanco para fundir

3 huevos talla L

360 gr. de harina todo uso

16 gr. de levadura química

una pizca de sal

200 gr. de azúcar

160 ml. de aceite de girasol

190 ml. de leche entera

1 cucharadita de esencia de vainilla

pepitas o trocitos de chocolate

Procedimiento:

Precalentamos el horno a 200 grados con calor por arriba y abajo. Vamos a separar la leche en dos cazos a partes iguales. En cada uno de ellos vamos a fundir los chocolates; uno para el blanco y otro para el negro. Lo haremos a fuego muy suave para evitar quemar el chocolate. Batimos los huevos junto al azúcar. Añadimos el aceite y la esencia de vainilla y batimos nuevamente. Incorporamos la levadura, la harina y la pizca de sal tamizadas. La masa que obtenemos la dividimos en dos; en cada una de ellas incorporamos el chocolate fundido con la leche. En la mezcla de chocolate negro podemos incorporar unas pepitas o trocitos de chocolate. Resulta muy agradable al paladar y aporta humedad encontrar trocitos de chocolate que van a fundirse al hornear. 


Preparamos la bandeja con las cápsulas y ponemos una cucharada de cada mezcla alternativamente. La mezcla es un poco a gusto; puedes poner mitad y mitad, o mezclar con un palillo y hacer remolinos. Pondremos en el horno unos 18 minutos según el tamaño de las cápsulas. Dejamos enfriar sobre una rejilla, ¡si no sentimos la tentación de probarlas aún calientes!



Comentarios

  1. Hemos hecho la receta y están espectaculares!

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  2. ¡Me alegra mucho, Loreto, que hayas probado y que te haya gustado el resultado! Gracias por tu comentario

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